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La certidumbre de la fidelidad de Dios

de Kel Good


Una doctrina central sostenida por muchos de nosotros quienes apoyan "el gobierno moral", que está bajo mucha crítica, es la idea de que Dios es voluntariamente bueno. Esto significa que la santidad de Dios no es un atributo natural que Él posee fuera de Su voluntad. La santidad es un atributo moral, la suma total de todas las elecciones que Dios toma. El carácter en Dios es lo que es en el hombre, el resultado de actuar habitualmente de cierto modo. La diferencia entre Dios y el hombre en esta área es que los hombres han pecado. La escritura enseña que Dios es perfectamente santo, sin pecado. La Biblia también declara que Dios no cambia, y que será el mismo siempre. Así, Dios no es sólo santo, sino fiel. El carácter de Dios es constante y en quien se puede confiar. Para los seguidores del gobierno moral, estos pasajes enseñan una fidelidad dinámica, una santidad constante, pero un asunto de elección en Dios.

Esta postura contrasta con la creencia comúnmente sostenida de que la santidad de Dios es involuntaria, algo que Él no elige. Sobre esta postura, es simplemente un hecho de que Dios es santo. No puede ser de otro modo porque Sus elecciones fluyen de Su naturaleza, la cual es santa, en vez de Su voluntad. Sus elecciones no determinan Su carácter moral, sino lo expresan. Obviamente, en esta postura Dios también sería fiel. Nunca dejará de ser santo, ya que la santidad es un atributo natural que controla sus elecciones.

La preocupación con la postura del gobierno moral es obviamente no su afirmación de que Dios es santo o que es fiel. La preocupación es la naturaleza de su fidelidad. En esa posición, Dios es sólo santo porque elige serlo. La implicación obvia de esto es que Dios podría elegir pecar. Esta posibilidad parece una consecuencia inevitable de la postura del gobierno moral. Ya que la fidelidad de Dios es presentada en la escritura como una certeza a nosotros que podemos confiar en Dios, parece que la postura del gobierno moral socava esta misma certidumbre, y pone duda en el panorama teológico. "Podría argumentarse que, con base en su trayectoria, no es probable que se convierta en un ogro. Sin embargo, no hay certeza de eso..."

¿Quién no racionaliza a veces?

Nuestra postura es cambiada con ser una explicación racionalista de la santidad de Dios, no con base en la escritura, sino en hacer a Dios a imagen del hombre. No es que la escritura enseñe que la santidad es voluntaria en Dios, o que Dios puede pecar (¿Acaso no de hecho enseña la Biblia que Dios no puede mentir, no puede ser tentado?), sino que los seguidores del gobierno moral están muy preocupados con la racionalidad para presentar las enseñanzas claras de la escritura. Racionalizan que, debido a que la santidad es voluntaria en el hombre, debe también ser en Dios. Los críticos recurren a que si Dios podría pecar, Él podría elegir no ser fiel como la Biblia enseña. Ni podrían ser los pasajes ciertos que enseñan que el pecado es imposible para Dios. La postura del gobierno moral debe estar en error.

Mi respuesta a estas objeciones es que yo creo que para asegurar la certeza del creyente en la confiabilidad de Dios la preocupación central es buena. A nuestros críticos les interesa que si la gente toma seriamente nuestra postura de la santidad de Dios, empezarán a dudar de Dios. No es mi deseo enseñar para dudar de Dios. Comparto los deseos de nuestros críticos que la gente confíe en Dios. Con referencia a la acusación de permitir que la racionalización tome el lugar de la sumisión a la escritura sugeriría que nuestros críticos realizaran su propia forma de racionalización. Parece que el único modo que ellos pueden asegurar la fidelidad de Dios es si lo despersonalizan a Él y lo hacen una máquina santa que garantice ser confiable porque Él ha sido programado para actuar de ese modo.

Uno aquí puede oír un eco de la antigua pregunta, "¿Por qué Dios hizo libre al hombre?" Él pudo asegurar nuestra obediencia si nos hubiera hecho máquinas y no habría sujetado Su creación a todo el pecado que actualmente hay. La respuesta clásica a eso, y muchos de nuestros críticos la usan ellos mismos, es que si Dios nos hubiera hecho máquinas, habríamos sido incapaces de obediencia, incapaces de amar.

Esta respuesta sólo dice acerca del hombre desde la perspectiva de Dios al crearlo, lo que estamos diciendo acerca de Dios desde la perspectiva de lo que entendemos lo que es la santidad. Si Dios nos programara para ser buenos, Él no podría ser bueno, porque la bondad no es un atributo natural. La bondad es voluntaria como lo es el pecado. Los hombres pudieron haber sido santos al dárseles libre albedrío y haberlo usado correctamente.

Aparte de este reconocimiento de lo que es santidad, también nos interesa el enfoque de nuestros oponentes a esta pregunta que hace con todo el retrato bíblico de Dios, y la responsabilidad del hombre. Referente a los pasajes que enseñan la inconmutabilidad de Dios y Su fidelidad, éstos por sí solos no requieren la postura del gobierno moral o la de nuestros críticos. Pueden ser leídos de cualquier forma. Pueden estar hablando de una inconmutabilidad metafísica, como nuestros oponentes creen, o pueden estar declarando la constancia del carácter de Dios, Sus elecciones para ser santo y fiel, una inconmutabilidad moral, si se quiere. Todo lo que ellos declaran es el hecho de la fidelidad de Dios, no la causa.

La responsabilidad del hombre (véase también "Obligación moral")

Nos concierne cómo la gente lee el llamado de Dios para ellos a ser santos. Si la santidad puede sólo venir de una naturaleza constitucional que no permite el pecado como una opción, entonces ¿por qué tratar de ser santos como Dios nos ha llamado a serlo? Mucha gente toma el caminar en el Espíritu desde la creencia que si no son hoy santos, es porque Dios aún no los ha hecho santos. Es culpa de Dios, no suya. De nuevo, la confusión surge porque si Dios los hizo santos para causar santidad en ellos, aparte de sus propias elecciones, no serían ellos santos, sería Dios. Sólo serían instrumentos o herramientas.

Otra preocupación es con el destino principal de la gente. Hebreos 12:14 nos advierte que "la santidad, sin la cual nadie verá a Dios". Mucha gente cree que al morir Dios simplemente creará un nuevo carácter en ellos. Esto es un modo de pensar muy peligroso si la santidad (por lo menos en el hombre) es voluntaria. La muerte no cambiará el carácter que hemos desarrollado en esta vida. Si vamos a ser transformados moralmente, ahora es el tiempo durante el cual eso debe suceder.

La gloria de Dios

Además de estas preocupaciones sobre la responsabilidad del hombre, a los seguidores del gobierno moral les apura que la postura de los críticos robe a Dios otras glorias atribuidas a Él en las escrituras. Se dice que Dios es digno de alabanza y adoración por Su carácter. Nadie alaba a alguien por el color de sus ojos, o por cuántas manos o dedos tenga. La gente no es responsable por los atributos naturales. Elogiamos a la gente por las buenas cosas que hacen que no tenían que hacer. Porque pudieron haber hecho lo contrario, estamos agradecidos que fue bueno lo que hicieron. Me parece que los creyentes en la santidad de Dios como un atributo natural ignoran, o no se dan cuenta, de las implicaciones de eso por alabar a Dios. Como dice Finney, su razón los lleva más allá de sus razonamientos. Si Dios es una máquina santa, ¿qué alabanza o adoración se merece por eso? Dios es digno de alabar porque realmente es santo, en el sentido de que entendemos el término.

Incluso nuestros oponentes tendrían que admitir, dada la historia y prevalencia del pecado humano (que sospecho es lo que los tiene tan perturbados que Dios pueda ser libremente bueno), que entre un Dios que simplemente no podría elegir pecar, y uno que podría, pero siempre ha sido fiel, es el segundo Dios que sorprendentemente merece alabanza. Del primer Dios, estoy tentado a decir: ¿quién no podría ser santo de esa manera? Sobre la postura de nuestros críticos, debemos estar más asombrados de la santidad cuando ocurre en los hombres, que cuando ocurre en Dios, porque cuando nos las arreglamos para ser santos, ¡es voluntario! ¡Podríamos hacer lo contrario! ¿Acaso no hace nuestra santidad más loable que la de Dios? Desde luego, hablo retóricamente. Dios es asombroso en Su santidad. Siempre ha escogido y siempre escogerá nuestro bien. Nuestros críticos roban a Dios su merecida veneración.

Encarnación y ánimo

Luego, está el asunto de las tentaciones de Jesús, y cómo Hebreos usa el hecho que Jesús fue tentado en todo como nosotros, pero no pecó, para asegurarnos que podemos resistir la tentación. En la postura de nuestros críticos, debo preguntar, ¿qué certidumbre de mi obediencia debe darme frente a la tentación? Jesús no pudo pecar si hubiera querido o intentado. Dios no puede pecar, no puede incluso ser tentado a pecar. Sin embargo, tengo que enfrentar la tentación y buscar obedecer a Dios, cuando todo este tiempo podía yo pecar. La farsa de Jesús de fingir ser tentado y luego obtener "la victoria" no me anima para nada. Si no creyera que Jesús pudo haber pecado cuando fue tentado, ¿qué consuelo podría encontrar en este mensaje? Nuestro beneficio de este pasaje requiere la creencia que Jesús encaró la tentación en el mismo terreno como nosotros con las mismas posibilidades de pecar. Nuestros críticos roban a los creyentes esa certeza.

¿Concede la postura común certeza?

Lo más importante de observar acerca de la racionalización de nuestros oponentes de la santidad de Dios como un atributo involuntario en vez de voluntario es que falla para dar certeza extra de ella. ¿Cómo saben nuestros oponentes que la santidad de Dios es involuntaria? No de lo que dice la Biblia. La Biblia sólo nos dice que Dios es fiel. La creencia de nuestros oponentes que esta fidelidad es involuntaria es una teoría racional que explicaría cómo Dios pudo ser fiel como la Biblia afirma. Cierto es que su postura asegura esa fidelidad si fuera cierta, pero el hecho que la Biblia diga que Dios es fiel, y el hecho que Dios se ha mostrado fiel, no hace que esa teoría de Su fidelidad sea cierta.

Los seguidores del gobierno moral también saben que Dios es santo debido a lo que ha dicho y hecho. La Biblia no dice que Dios sea voluntariamente bueno. Éste es el entendimiento que los seguidores del gobierno moral sienten que mejor explica la información bíblica de entender la santidad de Dios. No puede ser probada desde el hecho que la escritura muestra que Dios es fiel. Simplemente creemos que tiene mejor sentido de todo lo demás que sabemos acerca de nuestras propias categorías morales a ser llamados a santidad, y hace justicia a las afirmaciones bíblicas de la loabilidad de Dios y la victoria de Jesús sobre la tentación para nuestro ánimo. Nos sentimos justificados en razonar desde lo que sabemos acerca de la santidad y el pecado en nosotros mismos, no porque estemos tratando de hacer a Dios a nuestra imagen, sino porque Dios también nos dijo que hemos sido hechos a Su imagen. Esto nos da razón bíblica para esperar a Dios que sea como nosotros en la voluntariedad de la santidad, sólo de mucho mejor manera.

Pero ¿acaso la postura del gobierno moral no socava la certidumbre de la fidelidad de Dios de una forma en la que la postura más común no lo hace? ¿Acaso la postura común nos asegura la fidelidad de Dios, mientras que la postura del gobierno moral nos deja por siempre en duda, ya que Dios podría en cualquier momento dejar de ser santo? La respuesta a esto es, si pudiéramos saber que la postura común estuviera correcta, que nos dejaría la fidelidad de Dios más allá de la duda posible, pero no podríamos saber que esta postura fuera correcta a menos que ya estuviésemos convencidos de la fidelidad de Dios. La única manera que podríamos saber que esto fuera la postura correcta de la santidad de Dios, y que fuera cierta, es si nos lo dijera. Con todo y eso, esto sólo podría convencernos de que es cierto si fuésemos convencidos previo a que Dios fuera fiel, y por consiguiente, no nos estuviera mintiendo. Cualquiera nos puede decir algo, pero si no es confiable, su testimonio no vale nada. Es por eso que la escritura no sólo nos dice acerca de Dios, sino nos muestra Sus acciones. Desde ahí, podemos desarrollar fe en la confiabilidad de Dios, de la misma forma desarrollamos la fe en la confiabilidad de cualquiera.

Al fin y al cabo, es la evidencia de la confiabilidad de Dios en sus relaciones con nosotros la que desarrolla nuestra fe en ese hecho. Esto lo obtenemos por lo que Dios hace, además de lo que ha dicho. La Biblia registra los hechos de Dios, como también hace declaraciones proposicionales acerca de Dios. Tenemos una historia de las relaciones de Dios. Sin una certidumbre de los actos de Dios que demuestran Su santidad, nadie podría aceptar una declaración para ese efecto. Ya sea que la santidad de Dios es voluntaria o involuntaria, podemos sólo saber que Él es santo por la evidencia de Su fidelidad. Una teoría sobre la naturaleza de esta fidelidad no puede satisfacer esa necesidad porque la certidumbre de la verdad de la teoría requeriría que ya podríamos confiar en el testimonio de Dios, ya que Él solo puede confirmar la verdad de esa teoría.

Mientras que pueda ser cierto que Dios es involuntariamente santo - y este hecho garantizaría que nunca pecaría (o podría pecar) - la única evidencia que Él fuera fiel de esa manera sería su constancia continua, pero ésa no probaría que Su santidad fuera involuntaria, pues dicha constancia podría sólo ser explicada por Su santidad voluntaria continua. Ya que tenemos evidencia de la fidelidad de Dios por lo que sabemos de Sus actos, podríamos obtener certidumbre de la teoría común de verdad, si fuera Dios a revelarla, pero esto aún no se volvería el fundamento de nuestra certidumbre de la fidelidad de Dios, ya que la misma verdad de esa teoría dependería de dicha fidelidad si no vamos a aceptar el testimonio. En cualquier caso, Dios no nos ha dado tal testimonio. Nos ha dicho sólo que Él es fiel, y lo ha mostrado en Sus obras.

La verdadera fuente de certidumbre

Por tanto, la certidumbre de la naturaleza de la santidad de Dios no surge de nuestros corazones a través de una teoría de la naturaleza de la santidad de Dios. Surge a través de la evidencia de que Dios es confiable. Es por eso que confiamos en Dios. De repente, el oír a una persona cuestionar sobre la idea más común por la que la razón de que Dios es fiel es porque no pudo evitarlo, reaccionamos sorpresivamente sobre si tenemos un derecho a nuestra confianza. Cuando vemos más de cerca, nos damos cuenta de que nuestra confianza no está en una teoría de la naturaleza de la santidad divina, sino en la persona de Dios como se ha dado a sí mismo a conocer, tanto en palabra como en hecho. Si no lo hubiera hecho, no tendríamos certidumbre de que Él fue fiel, cual fuera la teoría de la naturaleza de Su santidad. Siendo ese el caso, el hecho que la postura del gobierno moral permita que Dios podría pecar, podría dejar de ser santo, de ningún modo socava la confianza en la fidelidad de Dios. Tenemos la misma certeza de eso como nuestros oponentes. Dios se ha mostrado a sí mismo fiel y nos ha dado Su promesa. Por tanto, tenemos confianza en Dios, quien no miente.

¿Qué de las afirmaciones de la Biblia de que Dios no puede mentir, no puede ser tentado? El carácter de Dios está establecido en santidad. Esa imposibilidad es moral, no metafísica. De nuevo, tenemos un ejemplo de eso, incluso en una escala humana. Sabemos de gente cuyo carácter es tan constante que decimos de ellos que simplemente no podrían hacer ciertas cosas. Sería imposible tentarlos a hacerlo. No queremos decir por ese lenguaje que no podrían sentir cualquier tentación, o que no tuvieran habilidad para realizar las acciones, sino reconocemos que su carácter voluntario está establecido a tal punto que no podrían hacer esas cosas, incluso si pudieran.